Este rarísimo mito es de origen universal y nos llegó de boca de los conquistadores. Es uno de los tantos con vigencia folclórica en algunos lugares de nuestra provincia que no tiene raíz guaraní.
El basilisco es el nombre que se le da a un extraño animal que, según la leyenda, nace de huevo diminuto que de tanto en tanto pone la gallina y lo anuncia cantando como un gallo. También podría nacer del huevo que pone el gallo cuando ya está muy viejo, o al cumplir siete años.
Si el huevito no es recogido y quemado rápidamente, nace El basilisco. Este animal gallo-reptil, con forma y tamaño de una lagartija, de color pardusco o colorado, con ojos desmesuradamente grandes y luminosos, con los que fulmina al desventurado incauto que se deja sorprender por su potente mirada. Se dice que entonces bebe la sangre de la víctima y le produce la muerte por tuberculosis.
Se lo representa también con forma de escuerzo, e incluso, con forma de serpiente alada de alrededor de medio metro de largo, con cuernos de toro y cresta de gallo.
Perteneciente a la mitología folclórica argentina, se extendió por los países limítrofes, contándose infinidad de versiones e historias. Si bien la gallina fue traída por los españoles, esta leyenda se halla profundamente enraizada en nuestra tierra litoraleña.
El antídoto contra este horrendo animal, es el espejo, si uno se encuentra con él hay que presentarle inmediatamente un espejo en que se refleje, ante el cual, con un fuerte chillido se derretirá; luego hay que echarle grasa y aceite en el lugar de su desaparición y prenderle fuego, con lo cual durará veinticuatro horas para que se aleje definitivamente la maldición.
Colaboración: Antonio Ignacio