
Se lanzó la tercera temporada de
“Pequeños Universos”, el ciclo conducido por el Chango Spasiuk, en Canal Encuentro.
Mientras prepara una gira europea, Chango Spasiuk vuelve a la carga con la tercera temporada de “Pequeños Universos”, los miércoles a las 22.30, por Canal Encuentro en su mes de estrenos.
Este año, el ciclo promete nuevas historias de otros universos sonoros, y expresiones de diferentes regiones y localidades de nuestro país.
“Mi única condición para llevar el ciclo adelante fue hacer lo que naturalmente me saliera. Y cuando empezamos a dar con el formato, supe que lo que yo podía hacer era hablar cuando hay que hablar, tocar cuando se pudiera y callar cuando había que callar”, explica el acordeonista a la hora de rememorar los inicios del programa, cuyas premisas fundamentales son la búsqueda, comprensión y difusión de música que representa el sentimiento y la forma de vida de diversos grupos de argentinos.
“Mi idea es siempre contaminar lo menos posible para que esos pequeños universos se puedan expresar y toco el acordeón nada más que para interactuar con el otro, para tener un punto en común que puede darse conversando o tocando y, muchas veces, callando -se explaya y enfatiza el valor del silencio como fruto de un aprendizaje- Si hay algo que he aprendido es a callarme, a escuchar. Creo que escuchar es todo un arte. Y en el programa hay mucho de ese silencio".
-Tanto el programa como tus giras te han hecho viajar mucho, ¿es tu mayor placer?
-Recién de adolescente empecé a viajar un poco y el primer viaje que me impactó fue haber ido a los carnavales de Humahuaca, haber vivido todo eso me ha marcado a fuego. Yo, en Misiones, tenía la imagen de gente bailando gato o chacarera en la academia y de repente ver el carnaval con gente muy jovencita me conmovió, era todo muy vivo.
-¿Y que geografías te atraen especialmente?
-Me gusta mucho el mar y vuelvo a él, pero no soy una persona que viaje mucho fuera de su trabajo.
-Tengo entendido que te criaste en un ambiente relacionado a la música…
Sí. Mi papá era hijo de inmigrantes ucranianos y, al igual que su hermano, era carpintero y trabajaban de eso al lado de mi casa.
Y bueno, mi padre tocaba el violín y amaba la música y mi tío era cantor y tocaba muchos instrumentos, y la música era como un remanso en sus vidas, un remanso al cual se acercaban al final del día de trabajo, o en alguna celebración familiar o en algún casamiento. Mi papá siempre llevaba su violín y se ponía a tocar con alguien.
-¿Y vos ya mostrabas interés por la música desde ese entonces?
-Sí, soy el menor de una familia de muchos hermanos y nos criamos en un contexto donde no había imágenes que imitar a través de la televisión o ese tipo de cosas y, quizás por eso, me sentí atraído por el acordeón desde chico.
-¿Tenías músicos que fueran referentes?
-Los primeros referentes que tuve son anónimos, gente cercana, como los vecinos. Después aparecieron exponentes de la música regional a través de la radio, gente que uno quería emular y que te estimulaba a aprender a tocar el acordeón, tratando de repetir lo que ellos hacían.
Y con el tiempo, ese espectro se va ampliando, no sólo aparecen los primeros músicos que conocí como Coco Marola o Blas Martínez Riera, que son personalidades que han construido un lenguaje musical muy interesante, si no que aparecen otros músicos como Atahualpa Yupanqui o Astor Piazolla, que vienen de otros lugares pero igual te llegan. También me gusta Beethoven y muchas otras cosas muy distintas a las que yo hago.
-Hablando de cosas distintas: alguna vez te definiste como un músico de chamamé atípico...
-Por lo general tenemos, lamentablemente, una muy mediocre conexión con la diversidad de nuestras músicas populares. Tenemos sobre ellas una mirada superficial y a todas les ponemos una carga social y estética y las asociamos con distintos lugares, oficios y formas de belleza. Y el chamamé paga el costo de eso.
Es una música que históricamente fue subestimada, marginada, asociada a la periferia, a lo que peyorativamente se llama provinciano, al contexto del cono urbano de las grandes ciudades y, además, fue siempre asociada a un estereotipo de individuo. Yo me siento atípico dentro del chamamé en el sentido de no corresponder a esa idea generalizada que hay sobre él por el desconocimiento.
Pero hay dos lecturas que podemos hacer: ni yo soy la imagen del chamamé, ni el chamamé se corresponde a la imagen esta de la que te hablo y que la mayoría de la gente tiene. El del chamamé es un universo más amplio, inmenso.
El contexto de la música del noroeste argentino tiene muchos rostros y yo apenas soy una expresión entre esa diversidad. Sería maduro aceptar nuestra ignorancia sobre cómo nos acercamos a ese mundo y a muchos otros, para no relacionarnos tan pobremente. Nancy Giampaolo - Especial para Estilo
Fuente: Los andes .com