Viernes, 19 de Abril de 2024
Genaro Perugorria
Martes, 28 de diciembre de 2010
Genaro Perugorria
Ninguna mas digno de figurar a la cabeza de esta modesta galería histórica, que el mártir de 23 años cuya sangre generosa fue la primera que fecundó en el querido suelo de Corrientes por cuyo triunfo batalló dicha provincia en gigantesca lucha abnegada, para el bien y la grandeza de la familia argentina. Hay un titulo glorioso que brilla sobre la frente de Corrientes como una diadema de luz inmortal: el legendario héroe de Río Bamba le llamó PUEBLO LIBERTADOR; y la historia ha recogido su juicio y ha demostrado su verdad. La virilidad, la constancia y el heroísmo que han fundado la justicia de título, remontan a los primeros tiempos de nuestra vida de Nación, a las brumas aún espesas de nuestra personalidad autonómica como pueblo incorporado a la comunidad de los estados independientes del Orbe; y en aquella hora inicial, fue la cabeza de Genaro Perugorría la primera que separó de su tronco la mano de la barbarie, abriendo así, entre ella y la civilización, el duelo a muerte que dio carácter a las luchas políticas de Corrientes. Es, pues, derecho adquirido con su martirio, levantarse antes de ninguno sobre el pedestal de sus hechos.

Nació don Genaro Perugorría en la ciudad de Corrientes en el año 1792, en una de las más honorables familias de la primera clase social. Su padre don Jose Perugorría, vasco de origen, desempeño en distintas ocasiones cargos importantes en el gobierno de la localidad, habiendo sido uno de los notables convocados el 22 de junio de 1810, para la elección del diputado que Corrientes debía enviar al primer Congreso General Argentino. Disponía de regulares medios de fortuna, y quiso dar al hijo una esmerada educación. A ese objeto, fue mandado a un colegio de Buenos Aires, a fin de prepararse para estudios mas serios que debía emprender en la ciudad de Chuquisaca.

En aquella época, eran pocos los jóvenes de las ciudades apartadas del centro principal de la vitalidad colonial, como Corrientes, que salían de sus hogares para educarse; y los que llegaban a tener  esa suerte, no volvían sin el gorro doctoral o la sotana del clérigo, las dos carreras predilectas del tiempo. El joven Perugorría tenía inclinación pronunciada a la jurisprudencia, y su esmerada contracción al estudio y el despejo de su inteligencia durante sus cursos, prometían en él un abogado distinguido. Los acontecimientos políticos de 1810 le desviaron sin embargo de sus tareas, enardeciendo su alma juvenil, como sucedió a toda aquella brinllante generaciónque abandonó cuanto había sido el objetivo de sus primeras ambiciones, para consagrarse de lleno al servicio de la patria y cosechar en él la gloria inmortal de ser los fundadores de una Nación. El colegial dejó los libros para ocurrir al lado de su padre en demanda de permiso para abrazar la carrera de las armas.

Los peligros que amenazaron a la Revolución de Mayo desde los focos de resistencia organizados en Montevideo y en el Paraguay, y en una previsión discreta, causaron la separación del teniente gobernador de Corrientes, capitán don Pedro Fondevila, español, y su reemplazo por el de igual grado (después general) don Elías Galvan, correntino, oficial voluntario del “Regimiento de America” formado y comandado por el fogoso coronel don Domingo French, uno de los caudillos populares del 24 y 25 mayo.

El cambio de mandatario no modificó inmediatamente la situación indefensa y triste de Corrientes Bajo el manda de Fondevila como de sus antecesores, la capital que representaba el todo de la provincia actual, carecía de soldados y armas; al menos, lo que había con el nombre de tales no merecía tenerse en cuenta. En el mismo estado continuó con Galván, merced a su desidia, hasta que el esfuerzo individual de los vecinos la dotaron de algo.

En los primeros días de octubre de 1810, don Ángel Fernández Blanco promovió la formación de dos compañías de infantería que se denominaron “Milicias patrióticas”, cuyo equipo completo debía ser proporcionado  por los ciudadanos que las componían. En asamblea pública fueron nombrados los jefes y oficiales, quienes recibieron después la efectividad en sus empleados de la Junta Gubernativa, habiendo sido elegido Blanco comandante de ambas y jefe inmediato de la primera y teniente de la misma don Genaro Perugorría, que a la sazón tenía diez y nueve años.



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